¿El Progresivo goza de buena salud? (Parte 2)

La primera versión, o primera parte, de este artículo, publicado en el número 8 de la revista, fue objeto de fuertes críticas e incluso de insultos por parte de algunos lectores. El solo hecho de considerar la posibilidad de que este género no fuese en realidad “rock”, fue para algunos una herejía.

Es cierto que algunas de las ideas expuestas quizás no se expresaron con suficiente claridad porque algunas de las críticas partían de una interpretación que no se correspondía con lo que quise decir. Un lector del foro “Progressive Ears” que salió en mi defensa, escribió una aclaración que sirve para resumir algunas de las ideas principales del artículo. Su autor es John Hagelbarger, que utiliza el seudónimo “baribrotzer”:

“Quisiste decir que el progresivo es una forma de música artística elevada, de la misma forma que lo es la música clásica, aunque no toda la música progresiva haya sido escrita con esa intención. Pero no quisiste decir que era, o que alguna vez fue, o que se convirtió en, música clásica – los dos tipos de música siguen siendo distintos y diferentes, aunque la diferencia pueda ser sutil en algunos casos.”

Efectivamente, si alguien interpretó que yo estaba afirmando que, por ejemplo, “Close to the Edge” es música clásica, entonces mi redacción no fue lo bastante clara…. Lo que sí quise decir, y reafirmo, es que “Close to the Edge” tiene más en común con una obra de música clásica, que con una canción de rock. No sólo por su estructura, sino porque esta obra, como muchas situadas en el género de la música clásica, se sitúa en el ámbito de la música artística elevada.

Recordarán que la primera versión de este artículo surgió a raíz de mis comentarios acerca de un artículo de Kelefa Sanneh publicado en la revista The New Yorker en junio de 2017. Mi artículo giraba en torno al estado actual de nuestro género, y retomaba la idea, expuesta previamente en mi artículo “Rock Progresivo – Una Etiqueta que Desorienta”, de que el término “rock” no es apropiado para etiquetar este género. Propuse una etiqueta alternativa: “Música Neo-Barroca”.

En la primera versión del artículo hablé del pasado y presente del género. En esta segunda versión (mejor dicho, segunda parte) quiero hablar del futuro. Como punto de partida, utilizaré el escrito de nuestro colaborador Carlos Romeo Puolakka (autor del excelente artículo “Acerca de Starless” publicado en el número 5 de la revista – marzo de 2017). Carlos publicó el artículo que citaré a continuación, en el séptimo número de la revista “Mellotron”. Quiero destacar que estas líneas ¡fueron escritas en 1999! Pondré en negrita algunas ideas que utilizaré para desarrollar el presente artículo:

“Hace muy poco leí una reseña muy cruel del último álbum del Art Ensemble of Chicago. La esencia de la crítica consistía en la afirmación de que el tiempo del Art Ensemble of Chicago ya había pasado, y que el grupo ya pertenecía a la tradición del jazz, de la misma forma que la Big Band de Duke Ellington. Éste es un comentario muy similar a ciertas críticas que se le hacen al rock progresivo. Se la considera una música de y para nostálgicos. Pero, aunque así fuera, la noción de que existe un tiempo concreto para cada expresión artística es una aberración. Si llevásemos al último extremo esta ideología, jamás escucharíamos música barroca, por ejemplo, y sólo oiríamos piezas contemporáneas. Afortunadamente, nada de esto sucede. Fripp afirma que King Crimson en los años ochenta no era progresivo porque la época no era ya “progresiva”. Lo cual podría ser cierto si considerásemos que el rock progresivo fue una moda, en lugar de ser un género musical nuevo con sus propias características diferenciales.

Filosóficamente hablando la característica fundamental del rock progresivo es el espíritu de aventura musical, la audacia. Esto es absolutamente obvio cuando escuchamos las grabaciones de los primeros grupos progresivos. ¿Es el rock progresivo la única música aventurera o audaz? No, por supuesto, ya que esta característica es compartida con toda música creativa.

Desde hace tiempo he leído u oído hablar de que lo esencial del rock progresivo son los arreglos. Si por arreglos entendemos la orquestación, es evidente que no. Lo que verdaderamente diferencia al rock progresivo de productos aparentemente afines es la escritura de la música, mucho más similar a la de la música clásica que a la del rock. Esto es fácil de entender. Casi todo el rock está estructurado de acuerdo a la secuencia verso- estribillo y se cuenta generalmente con un puente, una entrada y una salida. En la música progresiva lo normal es encontrar muy variadas formas de construcción, únicas para cada composición. No debemos confundirnos, lo convencional es simple, pero lo progresivo es mucho más rico.

Por otro lado, yo leía un artículo sobre Star Wars cuando el autor llamó mi atención, a través de una nota a pie de página, hacia unos conceptos expuestos por el semiólogo italiano Omar Calabrese. Él define a nuestra época como una era neobarroca. Según él, este neobarroquismo está caracterizado por una serie de formas y figuras que se articulan. Entre ellas él incluye el límite y el exceso; el detalle y el fragmento. Deben entenderse estos conceptos no con un sentido negativo sino simplemente descriptivo. El límite implica la tendencia, por ejemplo, a la acumulación de un número infinito de géneros; o la capacidad de expresar ideas hasta el límite de sus consecuencias. El exceso no es más que una manera gráfica de expresar esto mismo. En música podemos afirmar que el rock progresivo –que en realidad ya no es rock– tiende a la acumulación de géneros. No hay otra música donde un artista pueda aplicar con total naturalidad todo el conocimiento de su arte: influencias clásicas, medievales, jazzísticas, étnicas, rockeras, clásico-contemporáneas, etcétera. Y esto es así no sólo en la forma de construir la música, sino en sus arreglos e incluso en los estilos de interpretación. El gusto por el detalle es evidente en toda la música progresiva; y es obvia una tendencia a la fragmentación del discurso en la estética contemporánea. Esto se aplica a los constantes cambios de ritmo, carácter y textura en la música progresiva actual. Lo que muchos malinterpretan como complejidad.

En suma: el rock progresivo es música neobarroca, fruto evidente de su tiempo, y por ello absolutamente actual. Ésta es la música de ahora mismo. ¿Es el rock progresivo la única manifestación musical acorde con nuestra época? No, porque existen obras de artistas fuera del progresivo que cumplen los criterios que yo he expuesto. Por poner algún ejemplo, citaría a algunos autores de música clásica- contemporánea como Terry Riley –escúchense sus cuartetos de cuerda–, intérpretes como The Kronos Quartet, la música de grupos como Dead Can Dance, o el techno de Future Sound of London.

Todo arte es causa y consecuencia de su tiempo. Frente a la acusación de estar fomentando una estética añeja o nostálgica, nosotros podemos afirmar la absoluta contemporaneidad de las músicas que amamos.”

Quiero resaltar la idea de Carlos Romeo: El rock progresivo en realidad ya no es rock. Esta idea es muy interesante y contrasta con mi tesis. Yo defiendo la idea de que el rock progresivo nunca fue rock, aunque quienes iniciaron el género (salvo excepciones como el caso de Robert Fripp) no eran conscientes de ello. Carlos sostiene que, si alguna vez el rock progresivo fue rock, o surgió del rock, ya no forma parte de él.

Sin embargo, la orientación de Carlos es particularmente útil para ver hacia el futuro. Lo importante no es debatir si el progresivo alguna vez fue rock; ahora, de lo que se trata es de entender la esencia de este género a día de hoy, e intentar comprender hacia dónde se puede orientar en el futuro.

Pero antes de hablar del futuro de nuestro querido género, quiero tomar impulso haciendo una última incursión en el pasado. Una de las principales fuentes utilizadas para el análisis de “Karn Evil 9” es el excelente y extenso libro de Edward Macan “Endless Enigma”. En él, hay una sección muy interesante, dentro del capítulo 10 (“Welcome back my Friends…): “Una Crítica de la Ideología de la Ortodoxia del Blues.” (Macan, 2006, pags. 336 – 349)

Según Edward Macan, los críticos Lester Bangs y Robert Christgaus, quienes escribían para las revistas norteamericanas “Creem” y “Rolling Stone”, lideraron un movimiento radical ortodoxo que, hacia finales de los 70, logró establecer una corriente hegemónica de pensamiento acerca de qué es y qué no es rock, y que se ha mantenido hasta nuestros días. En esencia, ellos defienden un argumento basado en la idea del “buen salvaje” de Rousseau. Citando a Macan:

“La premisa básica de todas las muchas manifestaciones de primitivismo desde la época de Rousseau es que la sociedad contemporánea europea (y, a partir de finales del siglo XIX, blanca) con su extrema dependencia en la tecnología y en complejas burocracias, ha entrado en un estado terminal de esterilidad espiritual y cultural.»(Macan, 2006, p. 337)

Esto llevado al extremo, implica que, para que una manifestación artística sea honesta y legítima, debe ser primitiva, natural y espontánea.

Ellos defienden la idea de que el rock debe permanecer puro, espontáneo, y sencillo. Como consecuencia lógica, para ellos el rock progresivo fue una especie de tumor que atentaba contra los fundamentos del género y debía ser extirpado sin piedad.

Así lo explica Macan:

“Según los ortodoxos del blues, la magia del rock se basa en su simplicidad; no había cabida para desarrollos instrumentales más allá de la modesta expansión de recursos armónicos, rítmicos y estructurales incorporados por la psicodelia a finales de los 60. Cualquier música de rock que pretendiera abordar asuntos de carácter filosófico o metafísico era culpable de las peores pretensiones. Como dijo Dave Marsh, los oyentes interesados en esas cuestiones estarían mejor servidos escuchando música clásica o, en cualquier caso, música “seria”. El rock debería saber cuál es su sitio y aspirar a ser funcional – en otras palabras, el rock como un artículo de consumo, como música de fondo para bailar, debía prevalecer sobre la noción de rock como “Arte” (con su noción de trascendencia), como música en primer plano que exige ser escuchada.” (Macan, 2006, pp. 339 – 340)

En mi humilde opinión, el error que comete Macan es que intenta desmontar los argumentos de los “ortodoxos del blues” para demostrar que el progresivo no traicionó los preceptos básicos del rock, sino que aportó elementos de todo tipo (melódico, armónico, tímbrico, rítmico, de forma, tecnológicos, etc.) que lo enriquecieron. Su argumento es bastante débil:

“La idea de que la música rock no debería ser demasiado grande para sus pantalones, y que de alguna manera debería protegerse de sufrir desarrollos musicales y temáticos, sería casi risible si no se hubiera convertido en algo tan extendido.” (Macan, 2006, p. 340)

Macan pone algunos ejemplos:

“La ópera “Porgy and Bess” de Gershwin, fue considerada inicialmente por los críticos como una amenaza a la “pureza” y “simplicidad” tradicionales del teatro musical americano. Hoy en día, los historiadores reconocen que esta ópera no amenazó la naturaleza característicamente americana del teatro musical; lo que hizo fue exponer a Broadway a un nuevo abanico de posibilidades de expresión.”

“Inicialmente, los críticos consideraron que Charlie Parker, Dizzy Gillespie y otros músicos contemporáneos amenazaban la “simplicidad” y “pureza” del jazz americano con sus complejos acordes sustitutivos que provenían de los compositores clásicos europeos. Hoy, sin embargo, se les reconoce el mérito de haber expandido el vocabulario armónico del jazz.” (Macan, 2006, p. 340)

¿Porqué con el tiempo no sucedió lo mismo con el rock progresivo? Es decir, ¿por qué hoy, más de medio siglo después de la aparición del género, no se considera que el progresivo enriqueció el lenguaje del rock? El argumento de Macan, insisto, es extremadamente débil:

“Los [críticos] ortodoxos del blues han sido particularmente reacios a admitir este evidente hecho porque expondría la debilidad fundamental de su noción acerca de que el progresivo era una derivación pretenciosa, sobre refinada, afectada, una evolucionaria via muerta, y en su lugar requeriría que el progresivo fuera visto como una corriente principal (y punto de inflexión) en la evolución estilística del rock.” (Macan, 2006, p. 340)

Su argumentación es débil porque una cosa es aceptar o no influencias de cualquier tipo en función de cómo afectan al género, y otra muy distinta es rechazar una influencia porque supone una transformación del género que la recibe; es decir, supone una influencia destructiva.

Me explico: si Gershwin hubiera intentado modificar el teatro musical americano incorporando fragmentos de silencio prolongados en lugar de un lenguaje armónico diferente, con toda seguridad la valoración de su obra sería muy diferente y su efecto en el teatro musical americano habría sido nulo.

Si al incorporar elementos a algo, ese algo deja de ser esencialmente lo que es, entonces no estamos hablando de una modificación o de una evolución, sino de la creación de algo nuevo. De una transformación.

En realidad, el progresivo no incorporó elementos al rock, lo que sucedió es justo lo contrario: durante el nacimiento del progresivo como nuevo género, tomó elementos del rock como uno de sus principales referentes.

Este giro Copérnico es la esencia del mensaje que quiero transmitir en este artículo. Como he sido malinterpretado anteriormente, lo voy a volver a explicar con otras palabras:

El progresivo, es un género que bebe de muchas fuentes, entre ellas, del rock. No se puede definir el progresivo como un subconjunto del rock, porque tiene características que no son propias de este género.

Si aceptamos esto como una premisa fundamental, entonces desde esa perspectiva podemos intentar analizar por qué el progresivo sigue siendo un género marginal.

Desde este ángulo, podemos explicar con facilidad la razón por la cual este género fue, es, y será siempre atacado por los defensores del “rock puro”. No sólo es explicable, sino comprensible. El error ha sido, durante muchos años, intentar encajar un cuadrado en un círculo.

El progresivo, fiel a su carácter de música “neobarroca” que tiende a incorporar todo tipo de estilos y géneros musicales, ha creado a lo largo de los años un vasto compendio de música que ha sido objeto de diversos intentos de catalogación. Hay bandas que se aproximan mucho al rock, al punto de convertirse “casi” en expresiones de rock, pero con algunos elementos de progresivo como por ejemplo el desarrollo de material temático. Otras, se aproximan al folk, otras a la música clásica contemporánea, otras al jazz. Y por supuesto, los amantes del progresivo se aproximan a las bandas cuyo planteamiento estético les resulta más afín, y ven el progresivo desde esa perspectiva. Por lo tanto, mi planteamiento puede ser mejor comprendido por amantes de bandas como Aranis o Univers Zero, y resultar una total aberración para quienes adoran a bandas como Marillion o Dream Theater. Luego están los oyentes más eclécticos, que disfrutan de King Crimson, Magma, IQ, Soft Machine, etc. Ellos, que son esencialmente “neobarrocos”, son omnívoros y sus gustos musicales trascienden las fronteras del progresivo y abarcan otros géneros como la música clásica, el jazz, el rock tradicional, entre otros. Tengo curiosidad por ver cómo estos aficionados se posicionan ante mi planteamiento.

Quizás se podría plantear que el progresivo, al ser tan extremadamente ecléctico, no debería ser considerado un género en sí. Podríamos fragmentarlo e incluir sus pedazos en los géneros existentes en los que mejor encaje. Así, por ejemplo, podríamos encajar «Aranis» en música clásica contemporánea, «Soft Machine» en jazz con tendencias rockeras, «IQ» en una especie de “rock sofisticado”. En otras palabras, despiezamos esto que llamamos progresivo, que cada género se lleve su parte, y fin de la historia. Afortunadamente, hay muchas obras que no encajarían en ningún otro género y son, a mi juicio, excelentes ejemplos que justifican la necesidad de considerar el progresivo como un género en toda regla, a la altura del rock, la música clásica o el jazz.

Tomemos, por ejemplo, “Close to the Edge”. ¿Qué hacemos con ese álbum? Es difícil rebatir el argumento de que es una obra que está más cerca de la música clásica que del rock. Pero, ¿sería alguna vez considerada por los musicólogos como una expresión de música clásica contemporánea? Yo creo que no. ¿Y como canción de rock? Si, después de 45 años, sigue siendo denostada por los críticos más puristas del rock, y sigue siendo considerada una aberración, dudo que esa situación cambie en el futuro.

Se podría decir lo mismo de una enorme cantidad de obras publicadas desde finales de los sesenta hasta nuestros días. Son esas obras, a mi juicio, las más representativas del género del progresivo y las que justifican la existencia de un género específico.

Por lo tanto, para analizar la situación de este género e intentar dilucidar su futuro, les pido que nos ciñamos a este tipo de obras. Es decir, no utilicemos como referente a las bandas que, aún siendo consideradas progresivas, se sitúan en los límites exteriores del género y son fuertemente atraídas por el campo gravitacional de otros géneros. Tomemos pues, como referencia para esta discusión, bandas que podemos considerar en el “centro” del progresivo y razonablemente equidistantes de otros géneros. Para entender bien de qué hablamos, pongamos algunos ejemplos: “King Crimson”, “Magma”, los álbumes clásicos de bandas como “Yes”, “ELP”, “Genesis”, o “Gentle Giant”. Estoy tomando ejemplos que todos conocemos; hay muchísimos otros quizás más apropiados. Pero creo que se entiende la idea: estas propuestas musicales beben de distintas fuentes, pero tienen una identidad propia y no encajan en ninguno de los géneros tradicionales.

Llegados a este punto, veamos si somos capaces de entender qué le espera a este género. El primer problema al que nos enfrentamos es al efecto de las bandas situadas en el perímetro que, aun siendo progresivas, distorsionan nuestra comprensión de la naturaleza de este género. Los amantes de bandas cercanas a la órbita del rock, asumen y esperan comportamientos propios de este género. Así pues, se espera que estas bandas compitan con las de rock, suenen en emisoras de rock, se ganen la vida con estrategias efectivas de merchandising (no vendiendo su música), se vistan y comporten como estrellas de rock, y tengan una presencia relevante en los medios especializados de comunicación. Por supuesto, nada de ello sucede (porque lo que tocan, en esencia, no es rock) y eso produce una permanente frustración: “nadie nos entiende, nadie nos apoya, nunca dejaremos de ser un sub-género marginal del rock”. He escogido este colectivo muy adrede, porque representa una cantidad enorme de lo que se encuadra en el progresivo; no sólo aficionados, sino bandas en sí. Como he dicho en anteriores ocasiones, el progresivo es el vehículo idóneo para músicos que se sienten limitados en el rock y el pop. El progresivo les ofrece la posibilidad de desarrollar su potencial como músicos porque pueden mejorar sus habilidades como intérpretes, hacer largos y elaborados solos, y contar con un público dispuesto a hacer el esfuerzo para asimilar y disfrutar de sus obras. El resultado, es que la oferta y la demanda están enormemente descompensadas: demasiadas bandas y propuestas para un número tan reducido de aficionados. Aunque ya lo he explicado en artículos anteriores, lo quiero recalcar: esto desemboca en un modelo insostenible, en el que los pocos aficionados se reparten entre un gran número de bandas, resultando en un número pequeño de aficionados por banda, que hace a cada banda inviable económicamente.

El reto más importante para sacar a nuestro género de esta situación de estancamiento es cambiar la forma en la que todos, tanto músicos como aficionados, interactuamos con el resto del mundo. Lo primero, y más difícil, es proyectar una idea clara y coherente sobre qué es este género, y qué no es. Por eso es tan crucial explicarnos primero este fenómeno a nosotros mismos. Porque si dentro del género no somos capaces de entender su naturaleza vital, y alcanzar un consenso, será imposible encender la chispa del cambio.

Si logramos pasar de la primera etapa, que es el entendimiento, y pasar a la segunda que es la asimilación, se empezarán a ver cambios de comportamiento, que afectarán nuestra relación con el entorno. Y podremos analizar y aprovechar qué hacen otros géneros para enfrentarse a problemas similares a los nuestros (y que el rock no tiene). Por ejemplo, tanto en la música clásica como en el jazz, existe el reto de atraer a gente joven; de cultivar nuevas generaciones de seguidores. ¿cómo lo hacen? En lugar de utilizar mecanismos propios del rock y la música comercial, deberíamos estudiar las estrategias de estos géneros, que llevan muchos años asimilando los cambios tecnológicos que han afectado tan profundamente la forma cómo los humanos interactuamos con la música. Es cierto que ambos géneros se han visto afectados por la piratería, pero me atrevo a decir que seguramente el impacto ha sido menor al que han sufrido las bandas de progresivo. El rock, al ser una expresión popular que sigue siendo comercializable, ha encontrado otros recursos como el merchandising, para luchar contra la piratería. Pero estas estrategias no valen para el progresivo, porque no es un género comercializable.

Una de las fuentes importantes que utilizan tanto la música clásica como el jazz para “renovar su sangre”, es el mundo académico. Los conservatorios son incubadoras en las que muchas personas jóvenes se forman en el complicado arte de entender y apreciar la música artística. También lo son las universidades y por ello es frecuente encontrar programas de radio especializados en estos géneros en las radios estudiantiles. Otra diferencia importante, es el enfoque radicalmente distinto a la hora de promover conciertos y festivales. Muchos se realizan en teatros, pero también hay festivales al aire libre o en emplazamientos similares a los festivales de rock. Pero hay una diferencia importante: los festivales de rock se promueven como actividades de entretenimiento, en los que, por ejemplo, el alcohol, se convierte en un complemento indispensable. Los festivales de jazz o música clásica se promueven como actividades culturales. La forma cómo el progresivo enfoca sus festivales, es otra buena muestra de este problema de falta de identidad. Algunos pocos se promueven como actividad cultural, pero la mayoría, se mimetizan con el enfoque de los festivales de rock.

Hacer un desarrollo exhaustivo de las acciones necesarias para transformar la situación actual del progresivo convertiría este artículo en un libro y no es el propósito del presente escrito. Apenas he rascado la superficie en cuanto a posibles iniciativas para dar un nuevo y definitivo impulso que lleve al progresivo a cotas de reconocimiento y difusión acordes con la excelente calidad de sus obras. Mi aportación en este momento es ayudar a entender la verdadera naturaleza del género, porque sólo así podremos abordar con inteligencia los distintos frentes que tenemos que atacar.

Si te he logrado convencer de que:

  • el progresivo no es un sub-género del rock (ni de ningún otro género)
  • es una expresión más cercana al arte “elevado” que al arte popular
  • requiere de un esfuerzo intelectual para ser apreciado, y en ese sentido, tiene más en común con la música artística que con la música popular

entonces habré logrado mi objetivo con este artículo.

Quizás por ello, intuitivamente, se ha hecho cada vez más popular el uso de términos como “Art Rock” o “Art Music” para definirlo.

Sería para mí una enorme fuente de satisfacción que otros tomaran esta reflexión como punto de partida para promover un cambio de actitud entre los aficionados al género. Impulsar este giro Copérnico y que, una vez hecho, surja un movimiento que se nos escape de las manos y produzca múltiples iniciativas e ideas basadas en este enfoque alternativo.

Créditos

He usado varias citas tomadas del excelente libro “Endless Enigma” escrito por Edward Macan – Open Court Publishing Company, 2006. El libro presenta un análisis exhaustivo de Emerson, Lake & Palmer desde muchos puntos de vista, incluyendo el marco histórico, que he encontrado de mucha utilidad para el desarrollo de este artículo. Lo puedes adquirir (en inglés) aquí.

La imagen del collage progresivo fue tomada de un foro en el sitio ProgArchives, relacionado con una encuesta de los mejores 5 álbumes conceptuales. Este es el enlace:
http://www.progarchives.com/forum/forum_posts.asp?TID=89336&PN=2

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4 comentario(s) en “¿El Progresivo goza de buena salud? (Parte 2)”

  1. marco.cayuso@gmail.com dice:

    Me parece insólito que hayas recibido hasta insultos a raíz del artículo anterior sobre este tema… Puedo estar de acuerdo o no con algunos de los planteamientos de un escrito serio, pero de ahí a insultar al autor… ¡que fanatismo!… ¡y fanatismo del malo!

    Muy interesante el artículo, y es que sin duda este es un tema que da para mucho. Por supuesto quiero dar mi opinión, y la verdad que no quería extenderme tanto en mi comentario, pero al final terminé escribiendo muchísimo! Espero no cause problema poner un comentario tan largo… ;o)

    De los tres puntos que mencionas como objetivos a lograr, estoy bastante de acuerdo con el segundo y el tercero, pero el primero no me termina de convencer del todo. De acuerdo a lo que pienso, concuerdo con que la música que nos ocupa es una expresión más orientada hacia el “arte elevado” que hacia el meramente popular, y que requiere de un esfuerzo intelectual mayor que el de mucha música popular para ser apreciada (sin por ello desmerecer a la música popular, que me parece muy válida y disfrutable en muchos casos). Sin embargo el planteamiento principal, de que el progresivo no es un sub-género del rock ni de ningún otro género, es más difícil de entender para mí, al menos en formal total.

    Si partimos de la idea de que el “prog” no es rock porque es mucho más elaborado, y toma elementos de otros géneros hasta convertirse en algo demasiado diferente, entonces en consecuencia parecería un error seguir considerando dentro de un mismo género a expresiones tan dispares como un Ragtime de Scott Joplin de principios del siglo XX y por ejemplo, el álbum “Bitches Brew” de Miles Davis en los 70s; y hasta donde yo sé, ambos “estilos” serían parte del jazz… O si hablamos de “música clásica” (entendida como “música académica”, no específicamente la de Mozart y demás compositores del Clasicismo), podríamos preguntarnos qué tienen en común por ejemplo Telemann y Ligeti; y sin embargo ambos se engloban en eso que llamaríamos “música clásica”… Tal vez estos ejemplos de “música clásica” no son tan ilustrativos, pues es demasiado amplio el abanico que se incluye bajo ese renglón, pero el caso del jazz sí me parece más apropiado para nuestras reflexiones sobre el rock… Si Dixieland y Free Jazz son vertientes o estilos dentro del jazz, que forman parte de una línea evolutiva, ¿por qué Elvis Presley y Yes no pueden ser también facetas dentro del rock?… El desarrollar técnicas e incluir elementos que van modificando el punto de partida, no necesariamente da como resultado que ya “no sean familia” esas dos expresiones… Constantemente los géneros se van nutriendo unos de otros, y no por eso dan origen a un nuevo género… Ravel incluía elementos de música folklórica española, y seguía siendo música clásica dentro del Impresionismo; o Bartok incluía y desarrollaba folklore húngaro, y no deja de ser música clásica más o menos Contemporánea… Y siguiendo con la inclusión de componentes folklóricos y variados, Led Zeppelin utiliza elementos árabes, o de blues, o de folk inglés, y no deja de ser Rock… Si cada vez que se mezclan cosas y se van añadiendo aspectos vamos a bautizar un nuevo estilo, tendríamos una colección infinita de géneros… Me parece más sensato no ser tan “divisionista”, y agrupar un poco las expresiones en ciertas familias amplias, que reúnen a estilos y etiquetas diversas que se relacionan entre sí. Y en ese sentido, a mí no me incomoda que el “prog” pueda ser incluido dentro de la familia “rock”…

    Estamos claros que algunos grupos y estilos que en teoría son parte del “prog”, están definitivamente muy alejados del concepto tradicional de “rock”, y quizás se acercan más a otras familias (jazz, música clásica, etc); pero los ejemplos “clásicos” de “prog” justamente como los que tú destacas (un “Close to the Edge” u obras similares), las puedo imaginar perfectamente dentro del paraguas del rock, si bien en un estadío o vertiente bastante distante de lo que pudiera ser un rock´n roll de Bill Halley…

    Tal vez entender bien qué es “rock” podría ayudar, y la verdad yo no tengo una respuesta concreta. En todo caso, si tomamos la definición simplista de una música para entretener, casi siempre en cuatro por cuatro y con instrumentación básica de guitarra, bajo, y batería, definitivamente hay muy poco que relacionar entre eso y la música de Gentle Giant, por citar algo. O si partimos de esa idea de los detractores del Prog, de que el Rock tiene que ser algo espontáneo y sencillo, rayando casi en lo primitivo, pues ciertamente no hay casi nada que ver entre eso y National Health… Pero para mí el Rock es mucho más que ese género supuestamente simplón y básico, y dentro de su ámbito caben, en mi humilde opinión, artistas tan diversos y distantes como puede ser Chuck Berry, los Beatles, Pink Floyd, King Crimson, Genesis, Deep Purple, Radiohead, Anglagard, o Henry Cow, por nombrar algunos. Unos serán más populares, unos más agresivos, unos más sofisticados, pero no tengo problema en entenderlos como diversas manifestaciones que se pueden entrelazar a un tronco común o inicial llamado Rock. Algunos serán muy cercanos al origen simple del género, otros serán más elaborados, y otros serán más cercanos a otros géneros, pero en esencia no entiendo por qué no podrían ser todos considerados de la gran familia “Rock”. Igual que Louis Armstrong, Charlie Parker, Ella Fitzgerald, John Coltrane, Chick Corea, Ornette Coleman o Pat Metheny, pueden considerarse dentro de la familia “Jazz”, aun siendo tan dispares y alejados en muchos aspectos…

    A veces me pregunto si esforzarnos tanto por separar al Prog del Rock, no es caer en el mismo juego “sectario” de todos esos críticos que han vapuleado tradicionalmente a nuestra música… Hasta siento que es darle demasiada importancia a esas opiniones excesivamente puristas y denigrantes… La verdad que no deja de ser tentadora y atractiva la idea de considerar nuestra querida música como un género diferente y propio, y quizás sí lo es como tú sostienes, y yo no logro entenderlo bien porque mis conocimientos de música a nivel de estructura, armonías, formas, y demás conceptos no llegan al nivel suficiente como para comprenderlo. Lo cierto es que, con mis limitados conocimientos musicales, honestamente no veo unas razones definitivas como para llegar a esa conclusión. Y como tiendo a ser “conciliador” y a tratar de evitar las divisiones, me siento más cómodo con la posición “conservadora” de no separar al Prog de la familia del Rock.

    Dicho todo esto, definitivamente no hay duda de que muchos de los ataques al Prog perderían todo su sustento con ese sutil cambio de perspectiva, al considerar al Prog como algo distinto del Rock; al asumir que el Prog utilizó la influencia del Rock, pero que constituye un género distinto y aparte. Es decir, no comparto del todo ese planteamiento, pero entiendo perfectamente que si lo tomamos de base, podríamos desarmar completamente los argumentos de esos críticos contrarios al Prog; pues no hay duda que las constantes descalificaciones a nuestra música, muchas veces se han debido a estar siendo evaluada desde una perspectiva equivocada…

    En todo caso, y como bien dices, más importante aún que rebatir esas críticas, es buscar maneras y estrategias para mejorar la percepción del Prog, y por ende hacerlo más viable y sustentable económicamente de cara al futuro. Y si a ese propósito ayuda el modificar nuestra “etiqueta”, la verdad que podría ser conveniente asumir ese cambio. Sin embargo, no es tan fácil hacerse a la idea de cambiar un nombre con el cual nos hemos identificado por casi 50 años… En mi caso tengo 40 años llamándome amante del Rock Progresivo, y a mucha honra, así que me cuesta un poco hacerme a la idea de prescindir del término… Pero bueno, a veces los grandes retos exigen grandes sacrificios…;o))

    Llegar como tal a otro nombre o etiqueta, definitivamente puede ser también un proceso muy espinoso. Por ejemplo llamarla “Art Music” o “Art Rock” puede tener sentido, pero a la vez plantea injusticias porque, ¿acaso la música popular no puede ser considerada arte? A lo mejor terminamos adoptando lo que habías propuesto de “música artística neo-barroca”, con todo y que le daríamos combustible excelente a los pseudo-críticos para que nos siguieran llamando pomposos y pretenciosos… O quizás podríamos simplemente utilizar el término “Prog”, como si fuera un vocablo nuevo que no es progresivo, o que no viene o se acompaña de la palabra rock. Sería simplemente como una nueva palabra, un nuevo sustantivo…

    Más allá del posible cambio de etiqueta, es totalmente cierto que valdría la pena probar nuevas estrategias de relacionarnos con el entorno, y seguramente ideas como las dos que mencionas (evitar comportamientos asociados al rock más comercial, e inspirarnos en mecanismos de divulgación utilizados por géneros como el jazz y la música clásica para subsistir) podrían ayudar mucho a asegurar el futuro de nuestro querido estilo de música. Si yo hubiera visto ofertada en la universidad una materia llamada “Prog Rock” o “Música Neobarroca”, no habría dudado ni un momento en tomarla; y la verdad que sería feliz si parte de mi trabajo alguna vez fuera dictar un curso donde se diera a conocer esta música, ayudando a que más personas la entiendan y se enamoren de ella, especialmente entre las generaciones más jóvenes…

    Como dije al principio, no quería extenderme tanto, pero bueno, tus artículos siempre nos inspiran a pensar y profundizar sobre los temas; y como al fin y al cabo soy seguramente uno de esos que tú llamas “neobarrocos” u “omnívoros” musicales, se me vinieron a la mente muchas ideas. Espero que mis consideraciones sirvan de aporte en todo este proceso de reflexión, y que otros se animen también a compartir impresiones y planteamientos. Muchas gracias por crear este espacio tan favorable a cultivar nuestras inquietudes sobre la música que tanto nos apasiona…

    1. Phaedrus dice:

      Marco, gracias por estas reflexiones que sin duda van a enriquecer muchísimo esta discusión. Yo separaría el problema de nomenclatura, del de concepto. Ciertamente es muy complicado poner un nombre apropiado, que resulte claramente identificativo, en un género que aglutina una variedad tan amplia de propuestas. Es justamente lo que pasó con la «música clásica», término muy inapropiado porque se confunde con una de las épocas estilísticas que el género contiene. Y es un término tan extendido, que nadie se plantea buscar una alternativa. El Jazz tiene la ventaja de ser un sustantivo previamente inexistente. Tu idea de dejarlo todo simplemente en «Prog», es muy buena. Sencilla, y tres consonantes con la vocal «o», igual que «rock». Pero me interesa más el tema conceptual. Es un hecho irrefutable, que la corriente mayoritaria de críticos y medios especializados del rock, siguen considerando el progresivo como una aberración que afortunadamente ha dejado de ser una amenaza para convertirse en un subproducto marginal que vive en los submundos de Internet. Mi hipótesis, y la mantengo, es la siguiente: en todos los ejemplos que refieres, tanto de música clásica como de jazz, con el paso de los años son propuestas que han acabado siendo aceptadas porque enriquecieron el género. No hay nada en la música de Mozart, o en la de Stockhausen, que atente contra el fundamento del género al que pertenecen. Ambas son formas de música artística, escritas como consecuencia de una pulsión artística y que transmiten al receptor sensaciones que van más allá del puro placer rítmico (bailar o dar palmadas) y que pueden llegar a tocar la fibra más profunda del ser. Lo mismo sucede con propuestas tan aparentemente distintas dentro del Jazz. Al final, son manifestaciones de música artística, en el que la improvisación y la espontaniedad son esenciales. Nunca una pieza de Jazz se interpreta de la misma forma. Así que, vuelvo al planteamiento de mi artículo: ¿por qué, después de 50 años, el mundo del rock (salvo contadas excepciones) no acepta el Prog como un movimiento que enriqueció el género? Porque era un movimiento que amenazaba con destruirlo. Porque en la base del Prog, hay elementos que son la antítesis de lo que representa la esencia del rock. Como dije, hay un porcentaje enorme de bandas de Prog que gravitan muy cerca del planeta rock; tanto, que no tiene sentido ni plantearles esta cuestión. Pero hay otras muchas bandas de Prog cuyas propuestas no tienen nada que ver con el rock, más allá de la instrumentación. Yo creo que lo que separa a Chuck Berry de Anglagard, no es la misma distancia que separa a Mozart de, por ejemplo, Ligeti. Y esto no tiene que ver con los oyentes. A mí me encanta Chuck Berry, y muchas bandas de rock tradicional, así como hay muchos que pueden escuchar indistintamente obras de Bach, Mozart, Ravel o Stravinski. Lo que hace mayor la distancia entre Chuck Berry y Anglagard, es el hecho de que no son el mismo tipo de música. Y no me refiero a que una sea mejor que la otra; sólo que difieren en algo fundamental: Anglagard genera un fenómeno de comunicación con el oyente que es similar al que se produce en la música clásica. Son obras de arte que te tocan de una manera diferente. Las palabras «arte elevado», «música culta», suenan elitistas, pero por ahí van los tiros. Hoy día en el que la democratización del arte ha generado un fenómeno de «igualar por abajo» (recuerda mi artículo sobre el culto a lo efímero) suena muy mal decir que hay determinadas expresiones artísticas que requieren de ciertos niveles educativos y de sensibilidad. Pero es así. Disfrutar de una novela de Borges, requiere esfuerzo y un cierto nivel de educación. Lo mismo pasa con Anglagard. Y con muchas otras propuestas de progresivo. Y no pasa con Chuck Berry. Ambas son manifestaciones de arte muy válidas, pero distintas. Quizás el error es que estoy intentando explicar lo inefable. Porque sólo quien se ha conmovido profundamente al escuchar una pieza de música artística puede comprender lo que torpemente estoy tratando de explicar. Sólo quienes han vibrado al escuchar música artística, entienden la diferencia con respecto a escuchar, por ejemplo a los Bee Gees.

      En fin, creo que hay cosas en las que nunca nos pondremos de acuerdo y eso está bien. Si en general quienes leen esto no aceptan mi tesis acerca de que el Prog no debería ser un sub-género del rock, al menos seamos conscientes de que el Prog tiene muchísima afinidad (en algunos casos, más) con otros géneros de música artística no comercial, y que deberíamos aprender de ellos pare desintoxicarnos de hábitos propios del rock, que no se corresponden con la esencia de lo que el Prog es: una manifestación artística y no un mero fenómeno de entretenimiento.

      1. marco.cayuso@gmail.com dice:

        ¿Los Bee Gees y música artística y elevada en la misma oración? Pecado! Sacrilegio!! Ja ja ja!!
        Me lo tengo merecido, por haber osado poner en la misma gaveta a Chuck Berry y a Henry Cow… ;o))

        Totalmente de acuerdo contigo en que no tiene nada que ver el tipo de experiencia que uno puede sentir al escuchar algo como Supper´s Ready, con lo que uno puede experimentar al oír un buen rock, digamos de Eric Clapton. Definitivamente el grado de elaboración y complejidad está en otro nivel, y quizás por ese mismo esfuerzo mayor que hay que hacer, para lograr percibir la obra en la verdadera dimensión que exploraba el creador, es que se tocan fibras mucho más profundas y emocionantes… Haría un poco el paralelismo con el montañismo, que es una actividad que me gusta mucho. Un paisaje desde una cumbre puede ser muy bello a los ojos de cualquiera, pero definitivamente lo que va a experimentar y sentir una persona que llegó hasta allí escalando, esforzándose y saboreando cómo se resolvían las dificultades en el camino, es muy diferente a la vivencia del que llegó hasta allí en teleférico. Ambas situaciones están muy bien y son perfectamente válidas; solo que no hay duda que son experiencias muy distintas…

        La verdad que yo no había percibido que uno de los puntos centrales de tu planteamiento, era que el propio hecho de que el Prog requiere de un proceso de creación y una escucha mucho más elaborada que el rock básico, de por sí ya justificaría el considerarlo un tipo separado de música. Visto desde esa perspectiva estoy muy de acuerdo, y también concuerdo contigo en eso que se puede ver de forma negativa como una posición algo elitista, pero es la realidad y no hay porqué negarla. Está muy bien que haya una música que sea fácil para que todos la podamos entender, y también está muy bien que haya otra que solo podrán comprender los que estén entrenados para ello. Como en el ejemplo que pones, no todo el mundo está en capacidad de disfrutar una novela de Borges, pero no por eso entonces todos los escritores tienen que estar obligados a escribir de una manera simple. El conocimiento humano va avanzando en la medida que algunos van llegando a niveles y esferas más profundas, y no hay que renegar de ello en aras de una supuesta igualdad por la justicia…

        Tampoco había visto como punto central de tu tesis el destacar que en tantos años de desarrollo del Prog, la gran mayoría de los críticos y medios especializados siguen considerándolo como una especie de tumor maligno. Es decir, sé que así lo ven (y a mí la verdad que eso me tenía un poco sin cuidado), pero no me había dado cuenta que esa era para ti una de las razones de peso que apoyarían el sacar al Prog de la esfera del Rock… Es cierto que esa realidad de rechazo, es diferente a la que ha sucedido en otros géneros como el jazz que ya mencionamos, donde sí se han terminado de aceptar como algo enriquecedor los nuevos estilos, al percibir que no atentaban contra la esencia del género… Eso me lleva de nuevo a la cuestión de qué es realmente el Rock. ¿Me parece entender que para ti el Rock en esencia es una música donde solo priva el gusto por algo rítmico, que permite bailar y dar palmadas? En ese sentido no sería para nada diferente de la música Disco por ejemplo… Estoy seguro que en realidad sí ves otros aspectos en el Rock, pero en todo caso entiendo perfectamente y comparto tu punto, de que el Prog va mucho más allá de esa simple búsqueda de complacer de una manera directa y fácil… El Prog explora llegar a otros niveles más profundos, y por ende las satisfacciones que ocasiona son de otra índole. En ese sentido, estoy totalmente de acuerdo contigo en que en la mayoría de los casos, la buena música Prog se acerca más a otros géneros de música artística que a los estilos más comerciales, como el del rock básico. Y definitivamente actuar en consecuencia con este planteamiento, nos puede ayudar a aprender y emplear estrategias que favorezcan una valoración más adecuada de nuestra querida música…

        Como ves, aunque no del todo, casi me has convencido de dejar de considerar al Prog como un sub-género del Rock; y es muy probable que otros lectores de la comunidad sí salgan totalmente convertidos por tu cruzada… Así que no tires la toalla, que tal vez sí llegaremos a ponernos de acuerdo…;o))

      2. Phaedrus dice:

        Has tocado un punto crucial, que no quedaba claro en mi escrito y puede dar una enorme vuelta a toda esta discusión. Yo no parto de una consideración personal de lo que es el rock; entre otras cosas, porque no me considero para nada experto en ese género. Yo parto de lo que dicen los expertos acerca de qué es el rock. Puedo o no estar de acuerdo, pero toda esta reflexión parte de la noción de «Rock» que tienen quienes marcan tendencia y a quienes los medios escuchan; es decir, críticos de renombre y musicólogos que llevan años diciendo qué es y qué no es rock. Son ellos los que dicen que el Prog no es rock y, desde su percepción de lo que es Rock, no puedo más que estar de acuerdo con ellos. Yo tenía dos caminos: o entro en la misma cruzada de las pocas voces que dicen a estos expertos (como lo hace Edward Macan): «estáis equivocados, el Prog sí que es Rock.» Y tratamos de convencer a todo el «establishment» que estos críticos llevan años definiendo ese género incorrectamente. O el que he tomado: con independencia de lo que yo, y muchos aficionados al Prog creamos que es el Rock, la realidad es que para la inmensa mayoría es un género fundamentado en unos esquemas sencillos, que permiten el desarrollo de expresiones musicales espontáneas, etc. (en fin, está resumido en las citas del artículo); por lo tanto, no tiene sentido seguir forzando una situación que lleva en esa línea más de 50 años.

        Como dije en mi respuesta anterior, esto no es una cuestión retórica relacionada con la etiqueta (su nombre) o la clasificación (si es o no es rock) sino un esfuerzo por entender la naturaleza de nuestro género para, a partir de allí, mirar al futuro y adoptar posturas que ayuden a la expansión del género. Como ya dije, los medios afines al Prog (músicos, aficionados, críticos, organizadores de festivales, sellos discográficos y pequeñas distribuidoras, tiendas de música, programas especializados, etc.) con demasiada frecuencia mimetizan actitudes propias del Rock que son, en mi opinión, una de las principales causas del estancamiento del género. Si asumiéramos el hecho de que el Prog es un movimiento fundamentalmente cultural y no de entretenimiento, podríamos, desde esa perspectiva, hacer cosas diferentes. Como dijo «Einstein»: «La definición de la locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados».

        PD: Habrás visto que he suscrito al 100% tu propuesta de llamar a esto «Prog» sin más. 😉

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