El Culto a lo Efímero y su Efecto en el Arte

Este artículo nace de una serie de reflexiones hechas a raíz de la lectura del libro “La Civilización del Espectáculo”, escrito en 2012 por el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa.

Los asuntos tratados en este artículo, se vincularán al análisis de la obra «Tarkus» de Emerson lake & Palmer, que aparecerá en el número 3 de la revista (enero de 2017).

Estas son algunas de las ideas centrales desarrolladas en el libro de Vargas Llosa:

La Cultura, ha dejado de ser erudita y se ha convertido en una auténtica “cultura de masas”. Lo que busca esta cultura es divertir, hacer posible la evasión fácil, nace con el predominio de la imagen y el sonido sobre la palabra, a través de la pantalla, y el proceso se ha acelerado con la universalización de Internet.

Esta “democratización” de la cultura, lejos de favorecer el desarrollo individual, lo que ha hecho es aborregar al individuo y hacerlo reaccionar de manera gregaria.

Hemos alcanzado una degradación de la cultura, “en la que artistas mediocres o nulos «pero vistosos y pirotécnicos diestros en la publicidad y la autopromoción [alcanzan] altísimas cotas de popularidad»” (p. 181).

En resumen: la cultura ahora se confunde con entretenimiento, y en este proceso de transformación ha perdido su naturaleza reflexiva y profunda, y se ha banalizado.

Para ejemplificar, Vargas Llosa se refiere a la literatura más representativa de esta época: la light; el entorno predominante de lectores que buscan lecturas fáciles no puede alentar a escritores en aventurarse a escribir obras que exijan esfuerzos intelectuales. Por supuesto, este ejemplo de Vargas Llosa se puede aplicar directamente al ámbito de la música artística o “Art Music”, que es el que principalmente nos ocupa.

El proceso completo del acontecer artístico, nace con la creación de la obra y termina con la asimilación por parte de quien la percibe. Para completarlo, es necesario que el lector u oyente dedique suficiente esfuerzo para comprender la obra en toda su extensión y con todos sus matices. Esto es incompatible con la masificación. Con esto no me refiero a la proliferación de obras, sino con la masificación del consumo. Pero a esto me referiré más adelante. Continuemos con el resumen del libro de Vargas Llosa.

El libro contiene una reflexión muy interesante sobre el papel tradicional de los críticos y el actual. Los intelectuales guiaban a la sociedad, emitiendo juicios de valor sobre la base de un extenso bagaje cultural. Ahora la publicidad está ocupando el lugar de la crítica. Los modistos parecen tener hoy en día el protagonismo que tenían antes científicos y filósofos; las estrellas de la televisión y los futbolistas tienen la influencia en los gustos y las costumbres que antes tenían los pensadores.

Más allá de la cultura, Vargas Llosa comenta que la sociedad en general se ha trivializado. Ya no existe una noción de transcendencia en la actividad de los seres humanos. La mayor parte de lo que el ser humano produce es efímero. Incluso en el ámbito de la música artística, específicamente si hablamos de géneros como el art rock o el jazz, puedo destacar un ejemplo claro: la mayoría de los carteles publicitarios de conciertos no hacen referencia al año. Sólo al día y al mes. Nadie piensa que ese cartel pueda tener algún tipo de valor histórico.

Gran parte de la producción artística es, como casi todos los aparatos electrónicos, de usar y tirar. Se crean pensando en una vigencia de algunos años, a lo sumo. Este hecho incluso se refleja en la poca preocupación sobre el medio en el que quedan fijadas las obras de arte, que no resistirán el paso del tiempo. Ninguno de los medios actuales en los que se plasman las obras (CDs, DVDs, flash drives, documentos impresos (incluyendo fotos) por medios caseros, etc.), resistirán el equivalente a un cuadro de Rembrandt o una escultura griega. Este hecho pasa desapercibido entre la inmensa mayoría de artistas.

Además de estas reflexiones de índole cultural, Vargas Llosa describe en su libro cómo esta banalización de la sociedad ha afectado ámbitos vitales de la vida como la educación, la política, la religión y el sexo.


Este libro resonó con fuerza en mi interior porque la trivialización de la vida humana es algo en lo que vengo meditando desde hace muchos años. Se ha producido un cambio profundo en el enfoque de la vida, y esto ha ocurrido en pocas generaciones. Mi padre, por ejemplo, me tuvo cuando él estaba a punto de cumplir 48 años. Nació en 1911. Para él, conceptos como el honor o la honradez eran temas importantes, tratados frecuentemente en las conversaciones durante las comidas. Hoy es difícil encontrar personas que tengan siquiera presente algo que, hasta hace pocas generaciones, era cuestión de vida o muerte. Por lo tanto, he podido ser testigo en el lapso de sólo un par de generaciones, del profundo cambio en los valores esenciales del ser humano.

La cultura, de la que forma parte el Art Music, ha sufrido una transformación enorme. De ser un río vigoroso y profundo, que requería de esfuerzo para transitar con éxito, ha pasado a ser un enorme lago estático, con una profundidad de pocos centímetros, que cualquiera puede traspasar sin esfuerzo alguno. Pero se produce un fenómeno curioso. El río, caudaloso y difícil, es mensurable. Es posible, con esfuerzo y dedicación, llegar a conocer bien su topografía, identificar cada esquina, cada sección. Al tener grandes contrastes, podemos centrarnos en el conocimiento de un fragmento específico: un remanso de aguas tranquilas, o unos impetuosos rápidos. Por otro lado, el lago no requiere esfuerzo alguno para transitar, pero es inabarcable. Es imposible recorrerlo entero y como es muy parecido en todas partes, tampoco podemos centrarnos en conocer sólo una parte específica. Si hay algún tesoro sumergido allí, es prácticamente imposible de encontrar. Además, mires en la dirección que mires, el paisaje es muy similar. Por lo tanto, nada en tu entorno te ayuda a decidir qué rumbo debes tomar. Da igual a dónde te dirijas. Da igual lo que consumas…

Otro aspecto que define esta civilización del espectáculo es el uso de la información. Llamamos a esta era, la de “la información”. Pero no somos conscientes de que a la hora de conseguir información, el exceso de datos es incluso peor que tener pocos. Antes, si queríamos saber algo sobre un tema concreto, íbamos a una biblioteca y conseguíamos las fichas de una decena de libros. Hoy, si estuviéramos en un silo y pidiéramos todos los datos relacionados con un tema en concreto, se abriría una compuerta y la cantidad de fichas sería tan enorme que nos cubriría por completo y moriríamos de asfixia. Estamos asfixiados por exceso de información. Perdemos la capacidad de contrastar y tomamos por bueno lo que Google nos presenta en sus primeras dos páginas. Volvemos a lo que dije en el artículo “Tonalidad y el Propósito de la Vida”. Al perder el contraste, perdemos el movimiento y con ello la vitalidad.

Ígor Stravinski, en su escrito “Poética Musical”, se refiere a la pérdida de contraste:

“Por lo que a mí se refiere, siento una especie de terror cuando al ponerme a trabajar, ante la infinidad de posibilidades que se me ofrecen, tengo la sensación de que todo me está permitido. Si todo me está permitido, lo mejor y lo peor, si ninguna resistencia se me ofrece, todo esfuerzo es inconcebible; no puedo apoyarme en nada y toda empresa desde entonces, es vana […..] Venceré mi terror y me haré firme en la idea de que dispongo de siete notas y sus intervalos cromáticos, de que el tiempo fuerte y el débil están a mi disposición [….] De este campo extraeré yo mis raíces, completamente persuadido de que las combinaciones que disponen de doce sonidos en cada octava y de todas las variedades de la rítmica me prometen riquezas que toda la actividad del genio humano no agotará jamás. [….] Mi libertad consiste, pues, en mis movimientos dentro del estrecho marco que yo mismo me he asignado para cada una de mis empresas. Y diré más: mi libertad será tanto más grande y profunda cuanto más estrechamente limite mi campo de acción y me imponga más obstáculos. Lo que me libra de una traba, me quita una fuerza. Cuanto más se constriñe uno, mejor se libera de las cadenas que traban al espíritu.”

El deseo de trascender, de que el paso por esta vida deje algún tipo de huella, parece que ha dejado de preocupar a la inmensa mayoría de los seres humanos. “Carpe Diem” es la actitud mayoritaria y esto se traduce en todo lo que hacemos: cómo trabajamos, cómo nos relacionamos unos con otros (incluyendo las relaciones de pareja y el sexo) cómo nos divertimos, qué comemos, qué compramos, cuáles son nuestras prioridades.

Cuando hablo de la inmensa mayoría no me refiero a quienes leen esto. Pertenecemos a una minoría que aún entiende qué significa la cultura; que más de una vez se ha estremecido al escuchar un pasaje de música y por lo tanto sabe lo que quiero decir cuando hablo del fenómeno artístico como un proceso que nace con la creación de la obra y termina con su asimilación. La obra de arte cobra vida en el momento en que produce una reacción emocional o intelectual en una persona.

Sin embargo, nosotros – este colectivo de amantes del arte – nos hemos dejado intoxicar por la civilización del espectáculo.

Esta intoxicación afecta al desarrollo y evolución del Art Music de una manera muy directa.

De nuevo, Stravinski describe muy bien la situación en su “Poética Musical”:

“Vivimos en un tiempo en el que la condición humana sufre hondas conmociones. El hombre moderno va camino de perder el conocimiento de los valores y el sentido de las relaciones. Este desconocimiento de las realidades esenciales es sumamente grave porque nos conduce de modo infalible a la transgresión de las leyes fundamentales del equilibrio humano. En el orden musical, las consecuencias son las siguientes: de un lado se tiende a apartar el espíritu de lo que yo llamaría la alta matemática musical para rebajar la música a aplicaciones serviles y vulgarizarla acomodándola a las exigencias de un utilitarismo elemental…”

Es increíble que esto haya sido escrito en 1942, mucho antes de la masificación de la música comercial.

Stravinski supo ver con claridad el fenómeno incipiente de trivialización de la cultura, que hoy día ha alcanzado su cénit en la música que escucha la inmensa mayoría de los seres humanos. Es una música de entretenimiento, cuyo consumo no requiere esfuerzo intelectual alguno. Para producirla, no se requiere formación musical ni destreza técnica. Creo que esto último es lo que ha provocado el enorme interés en el Art rock por parte de músicos en todo el mundo. Los músicos que alcanzan un cierto nivel académico y se convierten en ejecutantes solventes, se sienten frustrados ante la imposibilidad de desarrollar su potencial dentro del limitado perímetro de la música “mainstream”. Dependiendo de sus gustos estéticos, algunos se decantan por la música clásica o el jazz, pero otros muchos afines al rock, terminan recalando en el submundo del rock progresivo.

La enorme cantidad de músicos interesados en este género, ha creado una descompensación entre oferta y demanda. La proliferación de bandas y álbumes no se corresponde con el pequeño conjunto de personas interesadas en escuchar este tipo de música. No me refiero a los que de vez en cuando desempolvan sus viejos discos de Yes o ELP (centenares de miles – millones) sino a quienes siguen el movimiento del progresivo actual (decenas de miles). Los medios técnicos a nuestro alcance nos permiten, de manera legal o ilegal, acceder a una cantidad ingente de obras musicales. La trivialización, la falta de sentido de la transcendencia (culto a lo efímero) y el borreguismo, son compatibles con las características de la música mainstream. Es música de usar y tirar, por lo tanto, no hay mayor problema en descargar un disco, escucharlo una o dos veces, y sustituirlo por otro. Pero esta banalización es incompatible con el arte verdadero, del cual muchas obras de progresivo forman parte. No tiene sentido que un seguidor de este género musical asuma el mismo mecanismo y se convierta en un consumidor en masa de este tipo de música. Pero desgraciadamente, es lo que está ocurriendo. Vemos en las redes sociales a amantes del progresivo y críticos en general, hablando de decenas de discos en pocas semanas. Por muy bueno que sea el álbum en cuestión, en pocos días quedará aparcado porque han salido nuevos discos que hay que escuchar. Las obras valiosas, que son muchas, quedan sumergidas en un enorme océano de obras de calidad muy variable.

En mi opinión, esta situación desembocará irremisiblemente en la desaparición del género. Mejor dicho, no en su desaparición sino en su disolución dentro de esa enorme masa insulsa y homogénea que es lo que el ser humano produce y consume hoy en día.
Los músicos de progresivo actuales saben que su nuevo álbum atraerá la atención del público sólo durante unas pocas semanas. Por lo tanto, se crea la tendencia de que la cantidad prevalezca sobre la calidad. Si un músico quiere vivir de la música, tiene que generar música continuamente. Como todo en esta sociedad, la novedad es lo que vende.

Revertir esta situación está fundamentalmente en manos de los aficionados al género. ¿Cómo? Volviendo a la esencia de lo que entraña el fenómeno artístico. Arte es comunicación. El Arte con mayúsculas, es el medio que tenemos los seres humanos para comunicar lo más sublime de nuestro ser. Como receptores de esta información, debemos estar dispuestos a degustar cada obra, hasta asimilar al máximo su mensaje, con todos sus matices.

Si invertimos el tiempo que las obras seleccionadas merecen, una consecuencia directa es que se reducirá el número de obras escuchadas.

Este cambio de actitud por parte de los aficionados implicaría una drástica reducción del consumo masivo y, por lo tanto, repercutiría en la oferta. El número de bandas se reduciría sustancialmente, pero el género ganaría en calidad y profundidad. En cierto modo, se volvería a una situación parecida a la de la década de los 70, cuando sólo existían los discos de vinilo. Todos los que vivimos esa época sabemos que algunas veces cuando comprábamos un álbum, al principio no éramos capaces de apreciar su música. Sin embargo, como no era posible, ni económica ni técnicamente, tener un acceso ilimitado a toda la obra producida, teníamos que conformarnos con escuchar el disco, hasta tener los medios suficientes para comprar otro. En muchos casos, esa “escucha forzada” nos permitía descubrir lo que antes había pasado desapercibido, y un álbum que hoy en día habría sido desechado, terminaba convirtiéndose en un fiel compañero de viaje durante toda la vida.

Hasta cierto punto, la tecnología actual puede ayudarnos a revertir este orden de cosas, si cambiamos nuestra actitud. Me explico. Una de las mayores virtudes de Internet, es que permite el desarrollo de innumerables nichos, donde un número de personas con intereses muy específicos, pueden relacionarse. Antes de la masificación de Internet, era muy difícil que estos nichos pudieran adquirir cierta masa crítica. Pero gracias a la tecnología y a la globalización, es posible generar nichos muy especializados, integrados por varios miles de personas. Por lo tanto, otra forma de revertir esta masificación en la música artística, es propiciando una mayor especialización en la escucha. Esto no quiere decir que uno deba ponerse anteojeras e ignorar todo lo que no esté dentro de un determinado subgénero (los aficionados al progresivo son, por regla general personas muy curiosas) pero sí dedicar mayor atención al género que más se acerca a nuestras preferencias estéticas. Por poner un ejemplo, una persona que tiene predilección por el neo progresivo, debería estar dispuesta a degustar más exhaustivamente un álbum de Pendragon, que uno de Magma. Si, por el contrario, abandona la escucha de un disco de neo prog adquirido recientemente, aunque aún lo esté disfrutando y descubriendo sus detalles, porque ha salido uno nuevo de otro subgénero, refuerza la tendencia a banalizar el fenómeno artístico, que es contra lo que estamos luchando.

Recordemos las palabras de Stravinski: “Cuanto más se constriñe uno, mejor se libera de las cadenas que traban al espíritu.”

En resumen, debemos aportar nuestro grano de arena para luchar contra este proceso de banalización cultural y la mejor forma de hacerlo, es dejando de actuar como consumidores compulsivos masivos. Seamos selectivos y tomemos el tiempo necesario para degustar cada obra de arte. Menos es más.

Créditos

Mario Vargas Llosa. La Civilización del Espectáculo. © 2012 Mario Vargas Llosa. © 2015 Penguin Random House Grupo Editorial. España.

Tatiana Alvarado Teodorika. « Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo », Bulletin hispanique [En ligne], 115-2 | 2013, mis en ligne le 14 février 2014, consulté le 23 septembre 2016.
http://bulletinhispanique.revues.org/2951

Ígor Stravinski. Poética Musical. © 1942 The President and Fellows of Harvard College. © 2006 de la edición en castellano Acantilado – Quaderns Crema, S.A. España. www.acantilado.es

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11 comentario(s) en “El Culto a lo Efímero y su Efecto en el Arte”

  1. Kalevala_@hotmail.com dice:

    Tengo y he leído el interesantísimo líbro Poética musical de Ígor Stravinsky. También recomiendo sus conversaciones con Robert Craft.
    Por lo demás,en tu artículo recoges el sentir de gente como yo.

  2. zappamacias@yahoo.es dice:

    Estoy totalmente de acuerdo con la mayor parte del artículo. Una de las cosas que más le comento a mis amigos que no están metido en este mundillo es que «hay más músicos que público», y es una realidad. Yo mismo, que vivo de esto, cuando ofrezco novedades nacionales a distribuidores extranjeros, sé que solo las aceptarán en ese momento concreto. Piden 5 copias, las venden, y cuando al cabo de un mes, al ofrecerle un nuevo disco de otra banda le vuelvo a ofertar el anterior, lo rechazan porque ya es «antiguo», y tiene un mes….Los «tenderos musicales especializados» vivimos de vender muchos discos diferentes a muy poca gente, cuando debería ser al contrario.

    1. Phaedrus dice:

      Así es, hay más músicos que público. Si no se revierte esta tendencia, la calidad seguirá disminuyendo, y será cada vez más difícil separar la paja del heno.

  3. alexandro_baldassarini@yahoo.it dice:

    Gran articulo. Permíteme que cite a Discepolo y su tango «Cambalache»: «da lo mismo un burro que un gran profesor». Desde que prevalece y domina el «todo bien» televisivo, en el que ir a un reality convierte en dioses a determinados sujetos, en el que determinados personajes llegan a ser presidentes de países, es complicado respondernos a la pregunta «como cambiamos esto?». Cada vez es mas complicado encontrar a personas con inquietudes culturales no banales.

    1. Phaedrus dice:

      Tristemente, es así. Pero yo soy humanista y creo que la sensibilidad está allí, pero adormecida por el constante bombardeo y manipulación en todos los sentidos. Por lo tanto, mi lema es «despertar, despertar, despertar».. Si los pocos que quedamos; es decir los Manticores (ya verás en enero por qué uso ese calificativo) nos damos a la tarea de despertar a los adormecidos, aunque sólo logremos hacerlo con un puñado habrá valido la pena. Porque les habremos dado el mejor regalo que se puede dar a un ser humano: ayudarlos a recuperar el deseo y la pasión verdaderos.

  4. mafrasanli@gmail.com dice:

    Interesantisimo articulo, como anecdota recuerdo que siendo chaval me compre el disco de Led zepellin Presence, a la primera escucha quede frustrado con el, no lo entendia, pero como tenia que pasar bastante tiempo hasta poder comprar otro no tenia mas remedio que escucharlo una y otra vez, de repente me di cuenta de lo que tenia delante, una puñetera obra de arte, se convirtió para mi en el mejor disco de Led Zepellin. Ahora muchas veces siento un estado de ansiedad terrible al saber que me pierdo montones de obras de arte debido a la gran cantidad de oferta.

    1. Phaedrus dice:

      Eso es exactamente!! Has dado justo en el clavo. La única manera de «gestionar» esta enorme demanda, es convirtiéndonos en oyentes especializados. En cuanto un disco cae en mis manos que tiene un lenguaje interesante, le doy todo el tiempo que puedo. En ese tiempo, habrán aparecido 20 discos nuevos, que dejo pasar. Quizás me pierda alguno interesante, pero lo prefiero a caer en el extenso lago con un par de centímetros de profundidad. Prefiero el río, aunque sea estrecho….

  5. marco.cayuso@gmail.com dice:

    Que buen artículo! Y que interesantes los comentarios de los compañeros lectores! Estoy muy de acuerdo con el planteamiento de la banalización de la cultura, y en particular su efecto en nuestro género musical, que inevitablemente nos empuja a profundizar menos en las obras y a tratar de «que no se nos escape ninguna»… Me identifico mucho con «mafrasanli» en eso de sentir a veces una ansiedad tremenda al saber que me pierdo muchas cosas valiosas… Cuantas veces no «descubro» algún album de hace cuatro o cinco años que no conocía, y que es una maravilla!
    Pero definitivamente es imposible «consumir» toda la oferta disponible si uno espera por lo menos sumergirse en la obra a un nivel más profundo que la superficie. Así que en lo personal me he tratado de forzar justamente a ser mucho más selectivo en la música que compro y escucho, resignándome a que me voy a perder cosas valiosas, pero sabiendo que a la vez le sacaré todo el jugo posible a los grupos y discos que selecciono… Además eso tiene un doble beneficio, pues se convierte en una práctica saludable para mis limitados recursos económicos…;o))
    Por otra parte, y relacionado con lo visionario que puede parecer el comentario del genial Stravinsky, a veces me pregunto si este fenómeno de percepción de deterioro en el nivel cultural no será algo que siempre ha estado presente en la historia, y que no es exclusivo de nuestro tiempo… Esa «música sometida a un utilitarismo elemental» ya estaba presente en 1942 cuando Stravinsky escribió la Poética Musical, y quizás también ese sentimiento y reflexión pudo sentirlo algún compositor más antiguo sobre las obras más ligeras y «comerciales» de su época… Yo sí creo que definitivamente con toda la informática y las comunicaciones el ritmo de vida se ha vuelto vertiginoso con respecto a cómo era hace unas pocas décadas, y eso tiene un efecto en el arte; pero siento que esa comparación quizás también se pueda hacer entre épocas más antiguas y las inmediatamente anteriores a ellas… Y no lo digo con «ánimos negacionistas» como de que ahora no esté pasando nada, sino más bien con una genuina inquietud de tal vez aprender del pasado a través de la historia, y así poder enfrentar esta disyuntiva actual de una manera más acertada…

    1. Phaedrus dice:

      Me alegra saber que ya hayas adoptado la sana costumbre de ser selectivo a la hora de escuchar y disfrutar del arte! Con respecto a tu comentario, es cierto que en todas las épocas ha habido música «utilitaria» – desde los rituales para invocar a los dioses hasta los bufones que entretenían a los aristócratas o los juglares, que ofrecían música para distraer a los «ciudadanos de a pie». Pero creo que el afán de esparcimiento nunca había sido tan intenso como para convertirlo en un rasgo de identidad social. La vida se torna «utilitaria» en todos los sentidos, no sólo en el arte. Por supuesto, hay muchísima gente hoy día que cultiva valores tradicionales como la honradez y el honor, y que aprovecha la tecnología para nutrir su espíritu al máximo. Pero es un problema de grandes números. Hay muchos seres humanos que no siguen las pautas de conducta de la «sociedad del espectáculo» pero ten presente que hay más de 7 mil millones de personas en este planeta, así que un % pequeño sigue siendo un número importante en términos absolutos. No soy sociólogo y por lo tanto no quiero ni mucho menos pretender sentar cátedra en estos asuntos, pero creo que el % de personas que viven una vida superficial, que no se plantea reflexiones profundas acerca de quiénes somos y qué queremos hacer en la vida, nunca había sido tan elevado. La tecnología y el consumo masivo han proporcionado unas herramientas de evasión que nunca habían estado tan al alcance de la gran mayoría.

      1. marco.cayuso@gmail.com dice:

        Yo tampoco conozco las cifras, pero concuerdo contigo en que seguramente el porcentaje de personas que «viven una vida superficial» es más alto ahora que a lo largo de la historia. Y pienso que tal vez puede ser así sobre todo en los países más desarrollados, aunque probablemente es un mal que afecta a todo el planeta.

      2. Phaedrus dice:

        Coincido totalmente con tu apreciación.

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