Tonalidad y el Propósito de la Vida

Un breve prolegómeno – ¿De qué estamos hablando?

Hablar de tonalidad es hablar de jerarquía de notas. En la cultura occidental, usamos una escala llamada “diatónica”, compuesta por 5 tonos y dos semitonos (12 semitonos en total). La música oriental está basada en una escala de cinco notas (pentatónica). En la India, se utilizan cuartos de tono (que en el hemisferio occidental se perciben como “notas desafinadas”). Alrededor del mundo podemos encontrar música basada en el uso de escalas específicas, llamadas “modos” (en la cultura occidental los modos preponderantes son “mayor” y “menor”). Pero, en todos estos casos, no todas las notas tienen la misma importancia. Una vez que se establece un eje o centro tonal, algunas notas se convierten en más relevantes que otras. El dodecafonismo, método de composición ideado por Arnold Schoenberg en 1921 e impulsado por los compositores que formaron la Segunda Escuela de Viena, se basa en la “democratización” de las notas. Esta escuela dio un vigoroso impulso a la corriente de música atonal que se empezó a explorar a principios del siglo XX por compositores como Scriabin, Stravinsky o Bartók.

Uno de los principios básicos del modelo dodecafónico, es que los 12 semitonos deben tener la misma importancia. Por lo tanto, el concepto de tonalidad pierde su sentido y es por ello que “música dodecafónica” y “atonalidad” van muy de la mano. Sin embargo, ambos términos no son idénticos porque la música dodecafónica posee una estructura subyacente mientras que otros tipos de música atonal carecen de patrón.

El 99% de la música progresiva es tonal, así que todos estamos familiarizados con el concepto de tonalidad. Para los que nunca han escuchado música atonal, aquí van algunos ejemplos:

Anton Webern – Seis Bagatelas para Cuarteto de Cuerdas

Pierre Henry, « Variations pour une porte et un soupir »

Arnold Schoenberg: Serenata op.24


Durante décadas, el asunto de “Tonalidad” vs. “Atonalidad” ha sido objeto de análisis y debate por parte de musicólogos, músicos y filósofos. El hecho de que la música atonal (dodecafónica, serial, concreta, etc.) no haya sido capaz de imponerse a la música tonal después de un siglo, ha llevado a muchos a pensar que la música atonal es “antinatural”. Muchos creen que la forma en la que percibimos la jerarquía entre notas está relacionada con la forma en que se producen los armónicos. En otras palabras, que la tonalidad no es más que el resultado natural de una manifestación física: un sonido es el producto de su tono fundamental y la suma de sus armónicos. En el caso sencillo de una cuerda tensada, el primer armónico es justo la octava superior. El segundo, se sitúa a un intervalo de quinta. Si tocamos un “Do”, el segundo armónico es “Sol”. En una obra musical en la tonalidad de Do, la nota más relevante, después del “Do” mismo, es el “Sol”.

Otros consideran que los acordes tonales producen una resonancia natural en los objetos físicos; por ejemplo, una orquesta que toca un “tutti” (todos los instrumentos tocando a la vez) de un acorde tonal, resonará más que los mismos instrumentos tocando un “cluster” (un grupo de notas contiguas – como tocar varias notas en el piano utilizando el puño).

Estas afirmaciones pueden o no ser correctas, pero hay un hecho incuestionable: se ha escrito una cantidad ingente de obras atonales desde principios del siglo pasado y, sin embargo, sólo un grupo muy minoritario las prefiere. La inmensa mayoría sigue escuchando música tonal. A excepción de agrupaciones especializadas en “música contemporánea” (no estoy de acuerdo con este término – de esto hablaré en un futuro artículo), la mayoría de orquestas y grupos de cámara basan su repertorio en música tonal.

La historia nos muestra que los artistas expanden los límites estéticos conocidos, impulsados por la necesidad de comunicar algo que no puede ser representado adecuadamente con las herramientas a su disposición. Por regla general, se necesita tiempo para que la sociedad asimile este nuevo lenguaje y muchos artistas mueren antes de que su obra sea totalmente comprendida y apreciada. Pero el lapso entre la creación de este lenguaje novedoso y su asimilación por parte de los seres humanos se suele medir en años o, a lo sumo, décadas. Nunca siglos, como es el caso de la música atonal.

Podemos decir sin miedo a equivocarnos que hay “algo” acerca de la música atonal que no termina de encajar. Yo creo que no se trata de equiparar tonalidad con algo natural y atonalidad a algo contra-natura. De hecho, en cierto modo y como podrás comprender más adelante, la música atonal puede considerarse como algo muy natural. Entonces, si ese “algo” de la música atonal no tiene nada que ver con el hecho de que la tonalidad sea más “natural”, entonces, ¿Qué puede ser?


Vamos a explorar el concepto de qué es “natural” en mayor profundidad. Por supuesto, como un adjetivo, la definición más común es “Que existe o se deriva de la naturaleza; no hecho o causado por la humanidad” (Diccionario Oxford). Sin embargo, para efectos de esta discusión, esta definición es más apropiada: “Conforme al curso usual u ordinario dela naturaleza” (Free Dictionary). ¿Cuál es el curso ordinario de la naturaleza? Se puede argumentar que es un curso que no se opone a las leyes de la física y la termodinámica. Un curso que “fluye de manera natural” con estas leyes. Si este argumento te parece razonable, podríamos entonces llegar a la conclusión de que la vida es muy poco natural. Permíteme explicarme.

Mantenerse vivo requiere mucho esfuerzo. Si decides echarte en el sofá y no hacer absolutamente nada, en pocos días tu cuerpo comenzaría un proceso muy natural: nuestra altamente organizada estructura molecular comenzaría a descomponerse en sus constituyentes más elementales. Con el fin de mantener esta organizada estructura, debes como mínimo comer y respirar. Además, si sigues tu instinto de preservar la especie, debes luchar y copular. Si a esto añades la necesidad de preservar tu cuerpo del calor o frío extremos, terminamos con una extensa lista de deberes para poder seguir vivos. No en vano a esto se suele llamar “Lucha por la Supervivencia”.

Así que, aquí estamos, luchando para evitar que la naturaleza haga su trabajo natural: descomponernos hacia estados de menor energía potencial.

La vida parece emerger a través de la manifestación de energía potencial. El contraste incita al movimiento, que a su vez propulsa la vida. Existe una enorme cantidad de literatura en la que este contraste es expresado de formas muy hermosas. Todo tiene que ver con el contraste: día/noche, luz/oscuridad, macho/hembra, Ying/Yang…. Así como los circuitos eléctricos no pueden funcionar sin voltaje, la vida no puede existir sin contraste.

Lo cual me lleva a un bellísimo concepto acerca de Dios y el Propósito de la Vida. Aunque seas ateo o agnóstico, espero que sigas leyendo este artículo. Puedes encontrar estos conceptos interesantes y estimulantes desde el punto de vista intelectual. Vamos a suponer que existe una energía subyacente que da coherencia al universo. Y además vamos a suponer que existe un Creador infinito. Una entidad que “Es” y que no puede llamarse entidad porque no tiene ni principio ni fin. Infinito puro en términos de tiempo y espacio. Siguiendo nuestro argumento anterior, este “concepto” (a falta de un término mejor) tendría potencial cero. Ningún voltaje. Ruido blanco.

¿De qué sirve ser el mejor pianista del mundo si nunca podemos tocar porque no tenemos un piano? En efecto, esta situación de “infinitud” creó un problema para Dios: No puedo manifestar lo que Soy, hasta que Yo no Sea todo lo que Soy. Necesito contraste y eso necesariamente significa un subconjunto de lo que Soy.

Así que, Dios crea universos (sí, puede haber más de uno), cada uno de los cuales es un subconjunto de lo que Él es, creando así el contraste, que a su vez genera vida. El propósito de la vida es permitir a Dios su manifestación. ¿Y manifestar qué? Todo lo que potencialmente pueda ser manifestado, desde Beethoven y Emerson, hasta una cucaracha. Aquí estoy, sentado escribiendo este artículo, porque no soy otra cosa que Dios manifestándose a través de mí. Y de ti. Y de Emerson. Y de una cucaracha. Por supuesto esta idea no tiene nada de original, pero es interesante observar que, para la mayoría de los occidentales, Dios es una especie de ser antropomórfico que decide qué es bueno y qué es malo, que juzga y nos tiene inmersos en una especie de juego de rol, con un guion que sólo Él conoce. Y que lo que Dios es, de alguna forma está condicionado por lo que las religiones dicen que Él es. Es como si un árbol cambiara porque me empeño en decir que es una silla.

En artículos futuros voy a desarrollar este concepto porque tiene implicaciones muy interesantes sobre el Bien y el Mal, Dios como amor puro, o la tendencia de los seres vivos a perpetuar su especie (algo que los científicos explican utilizando el concepto de “instinto” o “comportamientos programados genéticamente”), etc. Pero por ahora, vamos a centrarnos en el propósito de este artículo. Si aceptamos que el propósito de nuestra vida es servir de vehículo para la manifestación de Dios, y que para que algo se manifieste es necesario el contraste, entonces puedes finalmente entender cómo puedo relacionar esto con la Tonalidad.

En mi humilde opinión, el arte es comunicación. De hecho, el arte brinda el modo de comunicación más holístico que tenemos los seres humanos. Porque sólo a través del arte podemos comunicar mensajes complejos que entrañan ideas racionales, emociones e incluso nociones abstractas que no se pueden expresar utilizando la razón. El arte que no dice nada, no es Arte. Así de radical. Por eso me gusta tanto el término “Art Music”. En él caben todas las formas de música como expresión artística: desde la música clásica, pasando por el rock progresivo, al jazz o la música folclórica. Otros tipos de música también comunican, pero de un modo similar a las instrucciones para armar una mesa o la lista de ingredientes de una receta. Nunca igualaríamos una receta para hacer un pastel con una obra de Shakespeare, aunque ambas comunican. Lo mismo aplica a “Art Music” vs. “No Art Music”.


Así que volvamos a nuestra discusión sobre qué es lo que “no encaja” en la música atonal. En mi opinión, el problema de la música atonal es que despoja al oyente de un marco de referencia. No hay voltaje. Todas las notas tienen el mismo tratamiento. La música tonal, sean cuales sean las razones culturales o físicas, ha logrado a través de los siglos crear un marco de referencia. Este marco nos permite percibir el contraste y, como resultado, se crea un flujo de comunicación entre el compositor y el oyente. Gracias a este marco de referencia, percibimos tensión y relajación, asimilamos y sentimos cómo se construye un clímax.

La música atonal no ha sido capaz de establecer un marco de referencia alternativo. Sus intentos siempre han sido demasiado racionales: una pieza basada en una serie matemática es un buen ejemplo. Es una música que puede ser objeto de extensos y complejos análisis musicológicos, pero incapaz de establecer una comunicación efectiva con el oyente.

Como un buen ejemplo de cómo la música tonal ha sido capaz de generar un marco de referencia universal, te invito a ver este excelente vídeo:

Postdata – Una aclaración

Existe un vasto catálogo de excelentes obras atonales escritas por talentosos e inspirados compositores. El mayor misterio del Arte es que, a pesar de nuestros intentos por analizar y desmenuzar las grandes Obras Maestras, todavía no podemos aprehender racionalmente su esencia. Podemos diseccionar una sonata de Mozart hasta la última nota y, sin embargo, nadie (por medios naturales o artificiales) ha logrado generar una obra mozartiana que esté a la altura de sus Grandes obras.

Estos escritores modernos han sido capaces de transmitir sus mensajes a pesar de que su lenguaje ofrece pocas referencias a las que nos podamos asir. Algunas veces la coherencia se consigue a través de patrones rítmicos, o jugando con la micro tonalidad – puedes sentir un eje tonal pero sólo durante un período muy breve, o mediante la ingeniosa combinación de timbres. O dejando que la intuición y la inspiración sean sus guías, logrando esta comunicación por medios de los que ni los mismos compositores son conscientes.

Estas obras están inmersas en una vasta colección de obras atonales, la mayoría de las cuales son, en el mejor de los casos, ejercicios racionales y, en el peor, simples farsas dirigidas a los snobs.

He aquí algunos ejemplos de música atonal que me encantan:

Ligeti Etude 13: «La Escalera del Diablo»

Olivier Messiaen – Quatuor pour la fin du temps (Cuarteto para el Fin de los Tiempos)

Alberto Ginastera. Concierto para Piano No.1 Op. 28 (1961) Toccata concertata. (Sí, a Keith Emerson también le gustaba mucho esta pieza…)

Juan Bautista Plaza – Sonata para Dos Pianos (Buen ejemplo de micro tonalidad. El eje tonal está allí, pero se mueve constantemente)

[Sassy_Social_Share]

7 comentario(s) en “Tonalidad y el Propósito de la Vida”

  1. javiherreragil@gmail.com dice:

    Muy interesante artículo, Carlos. Últimamente estoy empezando a explorar (o intentarlo, al menos) la vanguardia de principios del s. XX y desde luego he encontrado cosas interesantísimas (como la obra de Ligeti que mencionas, a mí también me encanta) y otras que en efecto parecen estar «codificadas» como el Canal +. Creo que das en el clavo cuando dices «La música tonal, sean cuales sean las razones culturales o físicas, ha logrado a través de los siglos crear un marco de referencia». Es como cuando tocas o reproduces delante de un grupo de gente (europea, al menos) una pieza en 4/4 con peso rítmico en los tiempos 2 y 4, por más que el 99 % de la música que a diario la gente escucha por todas partes esté relacionada con la música de raíz afroamericana (y por lo tanto con peso rítmico en el backbeat), la abrumadora mayoría de la gente picará de manos en el 1 y el 3 (y si tú picas en 2 y 4 te miran mal, en plan «oye, que lo estás haciendo mal, no tienes ni idea»). ¿El peso de la tradición?

    1. Phaedrus dice:

      Así es. Tradición es otra manera de decir uso y costumbre. Cuando haces tuyo un conocimiento, inmediatamente lo usas para aprender mediante el contraste. En el artículo del próximo número, cito a Stravinski que hace un comentario muy pertinente a esta discusión. Dice algo así como: «cuando me enfrento al acto creativo, debo imponerme reglas. Porque si todo me está permitido, me sumerjo en el caos y pierdo la libertad.» Esa es la señal codificada a la que te refieres. Es como el ruido blanco. No hay filtros, todas las frecuencias pasan, todo está permitido. El resultado es voltaje cero. Y sin voltaje, no hay movimiento. Sin movimiento no hay mensaje. Si no hay mensaje…..

      1. javiherreragil@gmail.com dice:

        Je… me traes a la mente el concierto de free jazz de Peter Brotzman en Carmaux. Ninguna forma, ningún ritmo, ningún acorde distinguible, por supuesto ninguna melodía, nada… en mi experiencia, solo una bola impenetrable de sonido puro y duro… ¿Mensaje? sí, me sentí como si una manada de elefantes me estuviera pasando por encima. Este concierto suscitó un interesante debate, yo me situé en una prudente posición intermedia (usando el símil del Canal +, o sea había escuchado algo que como mínimo no entendía) entre los que hubieran tirado huevos y a los que el concierto les pareció sublime (que haberlos, habíalos). Pero la sombra del esnobismo y la fina raya entre el riesgo artístico y la tomadura de pelo planeó irremisiblemente 😉

  2. marco.cayuso@gmail.com dice:

    Muy interesante artículo, pues definitivamente hay algo que hace que en la mayoría de los casos no funcione bien la música atonal. Seguramente las razones que mencionas están entre las que pueden explicar al menos parcialmente este hecho…
    Por otra parte, es sorprendente ver como algunas obras sí logran ser tan sublimes, aun incorporando mucho de atonalidad. Ahí creo que se puede decir claramente que hay un toque de genialidad, como en el caso de los compositores de los ejemplos que colocaste, o de algunas obras de muchos otros como Bartok, Penderecki, etc.
    Tal vez relacionado con lo que expones, acerca de que el problema de mucha música atonal pudiera ser que no es capaz de establecer un marco de referencia, me parece interesante notar como ciertas piezas atonales que a lo mejor solas no funcionan, comienzan a tener un gran sentido cuando se combinan con otros elementos, como en el caso de usarlas en una película, o para una danza. A lo mejor ese elemento adicional, que no es musical en este caso, sirve para encuadrar y darle un sentido perceptible a esa música que sola no funciona… Claro que si una música necesita de esos otros elementos para ser valorada, seguramente es porque no era «suficientemente buena»; y además esa combinación como tal ya sería en realidad un arte diferente, que incluye a la música y a otros ingredientes (imágenes en película, cuerpos moviéndose, iluminación, etc)…

    1. Phaedrus dice:

      Estoy de acuerdo. La genialidad logra abrirse camino hasta en las circunstancias más difíciles. Y tu observación sobre música atonal ligada a componentes extramusicales es realmente acertada. Coincido plenamente contigo en que estas obras logran el marco de referencia gracias al complemento extramusical. La tensión que podemos asimilar en la música pura tonal, la podemos sentir cuando la atonal describe una situación de tensión mientras vemos las imágenes. Creo que eso no la hace mejor o peor. Como bien dices, esta música es un componente más de un medio diferente de expresión artística, tan válido como los tradicionales. Gracias por este interesante comentario.

  3. heflufus@hotmail.com dice:

    La relación entre las notas de una escala clásica es más natural tiene más naturalidad es la que sale de forma espontánea, la de igualdad entre los tiempos de todas las notas de una escala contemporánea en intervalos de medio tiempo entre nota y nota considerando las sostenidas y las no sostenidas como de igual importancia es someter a la música que sale de esta última forma musical moderna a una especie de dictadura comunista Musical todas las notas misma importancia de igualdad rompe con la naturalidad musical, yo pienso que no es malo que puedan existir diferencias entre unas notas y otras y que cada nota cumple una función sea sostenida o no sea de medio tiempo más o un tiempo más o menos, y eso no significa que sea una discriminación musical y si la hay puede ser superada o mejorada pero la dictadura de la musica de semitonos se carga la estética musical las melodías pegadizas o con sentido y en vez de seguir evolucionando o fluyendo se precipita hacia el abismo provocando una aanarquia musical que no conduce a nada salvo la descomposición mental la paranoia y la neurosis, tal vez la música clásica expresa sentimientos objetivos y la contemporánea son sentimientos más subjetivos individuales que no se corresponde con una realidad objetiva porque el mundo del siglo veinte cambia hacia la indagación de lo subjetivoLa relación entre las notas de una escala clásica es más natural tiene más naturalidad es la que sale de forma espontánea, la de igualdad entre los tiempos de todas las notas de una escala contemporánea en intervalos de medio tiempo entre nota y nota considerando las sostenidas y las no sostenidas como de igual importancia es someter a la música que sale de esta última forma musical moderna a una especie de dictadura comunista Musical todas las notas misma importancia de igualdad rompe con la naturalidad musical, yo pienso que no es malo que puedan existir diferencias entre unas notas y otras y que cada nota cumple una función sea sostenida o no sea de medio tiempo más o un tiempo más o menos, y eso no significa que sea una discriminación musical y si la hay puede ser superada o mejorada pero la dictadura de la musica de semitonos se carga la estética musical las melodías pegadizas o con sentido y en vez de seguir evolucionando o fluyendo se precipita hacia el abismo provocando una aanarquia musical que no conduce a nada salvo la descomposición mental la paranoia y la neurosis, tal vez la música clásica expresa sentimientos objetivos y la contemporánea son sentimientos más subjetivos individuales que no se corresponde con una realidad objetiva porque el mundo del siglo veinte cambia hacia la indagación de lo subjetivo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *